Acercándose esta última festividad navideña,
tan tradicional en nuestro país, como es el día de Reyes, y teniendo
garantizado que este año no me traerán absolutamente nada; me he puesto a pensar. Cavilando en mis conclusiones,
he llegado a la convicción de que tengo que escribirles la ancestral carta a sus majestades. Pero no para decirles
que he sido bueno y que me traigan regalitos; más bien para lo contrario. Que
este año he sido malo y que me merezco que me echen carbón, a ser posible
mucho.
¿Por qué? Se preguntarán mis curiosos
lectores. Cuando esa era la amenaza que te puntualizaban tus padres para
conseguir tu buen comportamiento. Porque nadie ha caído en la cuenta, aunque
desusada de forma directa en la actualidad, que el carbón es una energía. Y si
estos monarcas cumplen sus promesas con aquellos
que se portan mal, te están regalando algo que en los últimos tiempos, con esta
apabullante crisis que estamos afrontando, está por las nubes. Solamente hay
que echar un vistazo al incremento de las tarifas de electricidad y gas en
estos postreros meses para hacerse una idea de ello.
Descartando directamente al gordinflón,
anglosajón de barba blanca y uniforme rojo hortera, que no te ofrece la
posibilidad de entregarte este desaprovechado recurso con tantas expectativas;
voy a hacer una pequeña explicación de mis motivos para sugerir tan extraña
petición:
No tengo trabajo, se me acaba la prestación
de empleo y como nadie me quiere contratar por ser mayor de 45 años, lo llevo claro
para conseguir ingresos extra. Por lo tanto; lograr pagar las crecientes
facturas de gas y luz, para cocinar y caldear la casa este invierno, se está
tornando una empresa casi imposible. Y vasta que haya una situación de recesión
económica para que los inviernos sean considerablemente crudos.
Ahora me planteo cuanto carbón necesitaría
encargar a sus majestades para salir airoso este invierno ¿Una saca, dos, tal
vez tres? ¿Cómo se mide lo malo que debe ser uno para que te traigan lo suficiente?
Como lo que poseo en mi casa es una
calefacción central de gas ciudad y una cocina de placas eléctricas; para no
tenerlas que encender, tengo en vistas hacerme con uno de esos bidones de metal
de 200 litros, que se usan generalmente para el aceite mineral, con el
propósito de usarlo como estufa y de fogón adicional. Consiste en llenarlo de
agujeros, para que entre el oxigeno y facilitar la combustión, y poner una
chapa de metal encima, también agujereada, para guisar los alimentos. Tengo que
hacer hincapié a los Reyes para que no me traigan el carbón en sacas. Es más
útil recibirlo en cajones de madera paletizado; porque necesitaré su madera,
hecha astillas, para poder producir el buen quemado del mineral.
Por
último, ya que se habla mucho sobre el tema de emprender, se me ocurre que
podría sacar provecho de un negocio que tengo en mente. Se trata de asar
castañas y venderlas. Claro está; tendría que ser un negocio en B, tan de moda
hoy en día, porque como tenga que pedir permisos a las distintas
administraciones, pagar aperturas e impuestos ¡Apaga y vámonos!
Bueno; dicho esto, comienzo con mi carta:
Queridos Reyes Magos de oriente…
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