viernes, 19 de junio de 2015

Encuentros en la TV.




                                               SUPERVIVENCIA Y SUPERVIVENCIA.

Cuando encendemos la televisión, tomamos el mando a distancia, nos ponemos a  seleccionar un canal que nos guste (según nuestros propios criterios) para pasar la velada y comenzamos a “zapear”, esperando encontrar algo interesante que nos agrade; venga que venga pulsando botones de distintas emisoras y nada de nada. Toda la programación es una auténtica y genuina basura que no sirve ni para reciclarla. Cambiamos de canal y sólo encuentras: concursos simplones y horteras, eventos de cotilleo, “famoseo” y “Realitys shows” de distinta índole, pero que en el fondo, todos tienen la misma estructura. Hay un cierto tipo de programas que intentan emular a los documentales pero sin serlo. Los hay de todo tipo, siendo transmitidos al gran público como experiencias personales y, centrándonos en el tema de la supervivencia, se halla la joya de lo cutre. Estos tienen títulos tan rimbombantes como: Supervivientes en pareja, El último superviviente, supervivencia letal o aventura en pelotas –Aunque a este último mentado yo lo llamaría: “Supervivencia con tus partes pixeladas”. Es algo que no entenderé nunca, el por qué se le titula a un programa algo que  no es, por cuestiones de censura, te lo tapan: O se está en pelotas o no se está y si no puede o debe, pues no se emite. Fin de la historia-

            Estos “seudo-documentales”, por denominarles de alguna forma, pretenden recrear las duras condiciones de resistencia al medio natural, en diversos climas, de sus protagonistas en prolongados periodos de tiempo (Días, semanas o meses; no mucho más), ya sean experto en estas lides o simplemente aficionados intentándose probar lo capullos…Perdón; lo autosuficientes que son y el aguante físico y psíquico que pueden llegar a tener. En algunos caso hasta son puntuados y entran dentro de un “ranking” para evaluar esas supuestas capacidades.

            Los voluntarios suelen ser, todos ellos excepto en raras ocasiones, ciudadanos de clase media acomodada de países desarrollados, generalmente anglosajones – Mayormente norteamericanos-  que quieren instalar una chispa de riesgo, emoción y adrenalina a sus  cotidianas, reestructuradas y opulentas vidas. Por supuesto y cómo no, acabada la experiencia, volver henchidos a su existencia usual de siempre. Se marcharán a sus confortables casas, satisfechos o no, de algo vivido como un gran logro que les haya puesto al límite. Encima para mayor satisfacción, habrán entretenido a millones de televidentes que quieren sentir lo mismo desde su mullido sofá del salón. Tienen la agradable propina, al tratarse de un fenómeno hecho para amenizar a las masas, de que serán reconocidos y admirados por sus familiares, vecinos, compañeros de trabajo y algún que otro desconocido que les parará en la calle. Aquellos que se presentan como expertos en la materia obtendrán mayor mérito y gran fama como estrella mediática, aumentando así su “caché”.

             Todo muy bonito, perfecto y comercial ¿Pero se han pensado ustedes cual es la verdadera supervivencia? No estos supervivientes de pacotilla en el que, como en cualquier producto televisivo, está todo muy pensado, estructurado y manipulado. Me refiero a los supervivientes indudables, a todas esas personas que no han elegido ir a un  serial mediático a hacer algo interesante en sus vidas pero sin mojarse ni comprometerse en absoluto. Reseño a aquellos que la vida y la mala suerte los han lanzado a las garras de las grandes maldades de la humanidad. A todos los pobladores de vidas sencillas que habitan en los países del, mal llamado, tercer mundo. Toda esa pobre gente, sin culpa alguna, que les ha tocado la china de ser las víctimas de fratricidas guerras; y aún peor, de convertirse en refugiados, abandonando su tierra, costumbres e idioma, para huir de una muerte más que anunciada, cuando han perdido absolutamente todo lo poco que poseían. Guerras completamente artificiales montadas para la venta en el feo, amoral y asesino gran negocio de las armas; para satisfacer intereses comerciales y políticos de las grandes potencias o para expoliarlos de sus riquísimos recursos naturales.

            Vidas que tendrían todo el derecho del universo de ser personas como tú o como yo: con un trabajo, una casa, una familia a la que querer, proporcionándoles tres comidas al día, un poquito de “confort” y de dignidad; es decir: normalidad. Porque no han hecho nada para merecerse ese infierno en la tierra. Han sido otros los que han decidido que lo tuvieran y nunca lleguen a ver cuál es el camino que les lleve al cielo.

            Estos supervivientes rebuscan entre escombros y basura cuando no tienen que mendigar las ayudas internacionales, algo que llevarse a la boca. Luchan en el día a día, sin ningún tipo de atención médica, contra enfermedades y falta de higiene personal al no tener en sus manos, algo tan fundamental, como una fuente de agua potable cerca. Pero el colmo de las desgracias es que se ven obligados a sortear las balas y las bombas de esos que se los quieren cargar; buscando la forma de esconderse, de estar en constante huida para no ser aniquilados. Sin mencionar a las mafias que intentan explotarlos, esclavizarlos o reclutarlos para fines propios.

            Así que reflexionando: me encantaría que dejaran de emitir esos programas tan hipócritas, cínicos y falsos para satisfacer a los ridículos “Indiana Jones” de “pastel” de nuestro bonito mundo occidental (Sobre todo el anglosajón; que son muy dados a ello.  Ya me gustaría verlos si les cambiamos el escenario que tan bien tienen programado) Les sugeriría, a estas personas del primer mundo con tales dinámicas, que si  verdaderamente tienen la necesidad de querer hacer algo más en sus patéticas vidas, si ciertamente tienen inquietudes y desean de verdad una auténtica supervivencia; que ayuden como puedan a  las organizaciones no gubernamentales. Que se ofrezcan como voluntarios, durante una temporada, en esos lugares que necesitan colaboraciones, arriesgándose como lo hacen, sin tener culpa, sus habitantes que viven una supervivencia forzada, sin elección. O simplemente, en sus países de origen, con la democracia en mano, se manifiesten ante sus gobiernos para que el pueblo de otras naciones no se vea abocado a la impuesta supervivencia con mayúsculas.