SUPERVIVENCIA Y SUPERVIVENCIA.
Cuando encendemos la televisión, tomamos
el mando a distancia, nos ponemos a
seleccionar un canal que nos guste (según nuestros propios criterios)
para pasar la velada y comenzamos a “zapear”, esperando encontrar algo
interesante que nos agrade; venga que venga pulsando botones de distintas
emisoras y nada de nada. Toda la programación es una auténtica y genuina basura
que no sirve ni para reciclarla. Cambiamos de canal y sólo encuentras:
concursos simplones y horteras, eventos de cotilleo, “famoseo” y “Realitys
shows” de distinta índole, pero que en el fondo, todos tienen la misma
estructura. Hay un cierto tipo de programas que intentan emular a los
documentales pero sin serlo. Los hay de todo tipo, siendo transmitidos al gran
público como experiencias personales y, centrándonos en el tema de la
supervivencia, se halla la joya de lo cutre. Estos tienen títulos tan
rimbombantes como: Supervivientes en pareja, El último superviviente, supervivencia
letal o aventura en pelotas –Aunque a este último mentado yo lo llamaría:
“Supervivencia con tus partes pixeladas”. Es algo que no entenderé nunca, el
por qué se le titula a un programa algo que
no es, por cuestiones de censura, te lo tapan: O se está en pelotas o no
se está y si no puede o debe, pues no se emite. Fin de la historia-
Estos
“seudo-documentales”, por denominarles
de alguna forma, pretenden recrear las duras condiciones de resistencia al
medio natural, en diversos climas, de sus protagonistas en prolongados periodos
de tiempo (Días, semanas o meses; no mucho más), ya sean experto en estas lides
o simplemente aficionados intentándose probar lo capullos…Perdón; lo
autosuficientes que son y el aguante físico y psíquico que pueden llegar a
tener. En algunos caso hasta son puntuados y entran dentro de un “ranking” para
evaluar esas supuestas capacidades.
Los
voluntarios suelen ser, todos ellos excepto en raras ocasiones, ciudadanos de
clase media acomodada de países desarrollados, generalmente anglosajones –
Mayormente norteamericanos- que quieren instalar
una chispa de riesgo, emoción y adrenalina a sus cotidianas, reestructuradas y opulentas
vidas. Por supuesto y cómo no, acabada la experiencia, volver henchidos a su
existencia usual de siempre. Se marcharán a sus confortables casas, satisfechos
o no, de algo vivido como un gran logro que les haya puesto al límite. Encima
para mayor satisfacción, habrán entretenido a millones de televidentes que
quieren sentir lo mismo desde su mullido sofá del salón. Tienen la agradable
propina, al tratarse de un fenómeno hecho para amenizar a las masas, de que
serán reconocidos y admirados por sus familiares, vecinos, compañeros de
trabajo y algún que otro desconocido que les parará en la calle. Aquellos que
se presentan como expertos en la materia obtendrán mayor mérito y gran fama
como estrella mediática, aumentando así su “caché”.
Todo muy bonito, perfecto y comercial ¿Pero se
han pensado ustedes cual es la verdadera supervivencia? No estos supervivientes
de pacotilla en el que, como en cualquier producto televisivo, está todo muy
pensado, estructurado y manipulado. Me refiero a los supervivientes indudables,
a todas esas personas que no han elegido ir a un serial mediático a hacer algo interesante en
sus vidas pero sin mojarse ni comprometerse en absoluto. Reseño a aquellos que
la vida y la mala suerte los han lanzado a las garras de las grandes maldades
de la humanidad. A todos los pobladores de vidas sencillas que habitan en los
países del, mal llamado, tercer mundo. Toda esa pobre gente, sin culpa alguna,
que les ha tocado la china de ser las víctimas de fratricidas guerras; y aún
peor, de convertirse en refugiados, abandonando su tierra, costumbres e idioma,
para huir de una muerte más que anunciada, cuando han perdido absolutamente
todo lo poco que poseían. Guerras completamente artificiales montadas para la
venta en el feo, amoral y asesino gran negocio de las armas; para satisfacer
intereses comerciales y políticos de las grandes potencias o para expoliarlos
de sus riquísimos recursos naturales.
Vidas que
tendrían todo el derecho del universo de ser personas como tú o como yo: con un
trabajo, una casa, una familia a la que querer, proporcionándoles tres comidas
al día, un poquito de “confort” y de dignidad; es decir: normalidad. Porque no
han hecho nada para merecerse ese infierno en la tierra. Han sido otros los que
han decidido que lo tuvieran y nunca lleguen a ver cuál es el camino que les
lleve al cielo.
Estos supervivientes
rebuscan entre escombros y basura cuando no tienen que mendigar las ayudas
internacionales, algo que llevarse a la boca. Luchan en el día a día, sin
ningún tipo de atención médica, contra enfermedades y falta de higiene personal
al no tener en sus manos, algo tan fundamental, como una fuente de agua potable
cerca. Pero el colmo de las desgracias es que se ven obligados a sortear las
balas y las bombas de esos que se los quieren cargar; buscando la forma de
esconderse, de estar en constante huida para no ser aniquilados. Sin mencionar
a las mafias que intentan explotarlos, esclavizarlos o reclutarlos para fines
propios.
Así que
reflexionando: me encantaría que dejaran de emitir esos programas tan
hipócritas, cínicos y falsos para satisfacer a los ridículos “Indiana Jones” de
“pastel” de nuestro bonito mundo occidental (Sobre todo el anglosajón; que son
muy dados a ello. Ya me gustaría verlos
si les cambiamos el escenario que tan bien tienen programado) Les sugeriría, a estas
personas del primer mundo con tales dinámicas, que si verdaderamente tienen la necesidad de querer
hacer algo más en sus patéticas vidas, si ciertamente tienen inquietudes y
desean de verdad una auténtica supervivencia; que ayuden como puedan a las organizaciones no gubernamentales. Que se
ofrezcan como voluntarios, durante una temporada, en esos lugares que necesitan
colaboraciones, arriesgándose como lo hacen, sin tener culpa, sus habitantes
que viven una supervivencia forzada, sin elección. O simplemente, en sus países
de origen, con la democracia en mano, se manifiesten ante sus gobiernos para
que el pueblo de otras naciones no se vea abocado a la impuesta supervivencia
con mayúsculas.