Este cura jubilado y
octogenario, al que el Vaticano ha vuelto a poner en circulación, sin pasarle siquiera una “ITV” y quitarle el
polvo de la sotana, nombrándolo cardenal, supuestamente para renovar la
plantilla para afrontar los nuevos tiempos; se atreve, encima, a hace una
declaración sobre los homosexuales. Sin sorpresa alguna por su parte, como era de esperar y fácil de
imaginar, con el mismo tipo de reconocimiento de siempre.
Este señor menta que
los gais padecen una deficiencia en la salud que es comparable a tener
hipertensión, azúcar en la sangre o una artritis. Algo que se puede curar o
sobrellevar, según él, con el
tratamiento o la medicación adecuada. Pero eso no quita, en su inmenso amor al
prójimo que sus votos y cargo conlleva, que
este representante del clero se compadezca de la dolencia que él cree que sufre
el colectivo homosexual y que manifieste su casposa postura a los medios. Por
supuesto esta es la de siempre: “In saecula saecolorum; amen”.
¡Oiga Su Eminencia!
Los homosexuales no poseen deficiencia alguna. Están muy sanos de lo suyo. Si
su axioma fuera correcto, los daltónicos y los zurdos, por ejemplo, también “estarían
malitos”. Esto es una peculiaridad y un rasgo de determinadas personas, nunca
será un error ni una enfermedad. Los enfermos auténticos son los pertenecientes
a esa jerarquía milenaria y religiosa, en la que usted hace filas, que no son
capaces de cambiar sus mentalidades ante
la evidencia. El clero sí tiene contraído: Aborrecimiento a lo diferente, a los
cambios, a los derechos civiles de las minorías que históricamente mantenían
marginados y a la diversidad humana en su amplio abanico. Un odio anclado en
unos postulados arcaicos que fomenta el control y poder de la Iglesia sobre la
gente que usted y los de su jerarquía no quieren renunciar.
Si le iglesia no se
metiera hasta dentro de la cocina en política del país y no tuviera esa enorme
influencia y poder, sobre los medios de comunicación, (mediatizados por la
derecha) y casi sobre todos los partidos políticos, (Especialmente en el PP,
que es el que ahora nos gobierna y nos legisla); las opiniones trasnochadas del
cavernícola cardenal Fernando Sebastián,
serían otra ridícula e irrisoria manifestación homofóbica más que acumula y
colecciona el sacerdocio español. Pero visto lo visto últimamente con la nueva
ley del aborto, recientemente aprobada por los caciques y beatos del gobierno
actual, los gais tienen que preocuparse mucho por su futuro. Ya de hecho, se está quitando, poco a poco, las
subvenciones a las asociaciones y organizaciones que ayudan a seropositivos y
al VIH en las comunidades autonómicas en las que los distintos partidos de
derecha están.
No me gustaría, que a causa de esta mayoría
absoluta “facha” que tenemos, se aprobara un decreto ley. Y más tarde otro, otro
y otro que promulgara desde atrás del
telón por la presión ejercida por los curas, una situación donde no sólo se
perdieran los derechos ya conseguidos, si no que volvieran los sanatorios
mentales y las terapias como las trepanaciones, los "electroshock" o
la “idiotización”, a base de saturación de fármacos, para paliar la supuesta
dolencia. En un escenario así, la homosexualidad bajaría cara a la galería; no
porque se curase de esa pretendida deficiencia, que según el nuevo cardenal se
padecería, más bien por el miedo y la
represión que esto provocaría y la consiguiente vuelta del colectivo homosexual
al armario para protegerse de tamaño ataque a sus libertades.
Esto puede ser un
temor completamente imaginario y podría parecer política ficción. Muchos
pensarán que algo así es cosa del pasado, pura fantasía y no volverá nunca más a
caer esa breva. Pero con la excusa de la crisis, que sirve para justificarlo
todo hoy en día; con los tiempos que corren, no sé, no sé...
Es lo malo de tener una mente cerrada y tener siempre la boca abierta...
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