LE ACOMPAÑO EN EL SENTIMIENTO
Don Emilio
Botín ha fallecido. Lo hizo ayer a los 79 años de edad de un infarto. ¿De un
infarto? Qué raro; pensaba que para sufrir uno de eso se tenía que tener corazón.
Parece ser que no. De todos modos así fue y yá no está entre nosotros.
Con todos mis respetos hacia sus familiares y conocidos, que en estos aciagos momentos, estarán cuantificando la gran pérdida sufrida con aquello que este ponderoso hombre les deja.
El “respetable” gurú de las
finanzas españolas dejó su cargo y su vida como el resto de los mortales, no pudiendo
llevarse al otro mundo ni un mísero céntimo de su fortuna personal. Parece ser
que la muerte no es Suiza ni las islas Caimán, que no es un político corrupto
al que se le pueda comprar más años de vida a cambio de un retiro dorado en su
entidad financiera, ni hacerle cambiar las reglas para que vayan a su favor.
Finalmente el señor Botín se fue y lo hizo solo, igual que los padres y abuelos
de los hijos de los obreros, de los desahuciados de la sociedad por los que él
y su entidad nunca se preocupó: Es más; perjudicó todo lo que pudo, porque por
poder podía mucho.
Pensando en la edad de su
defunción, me viene a la cabeza que conozco a un gran número de personas que
superan fácilmente esa edad. Esas personas no son grandes financieros como
nuestro ilustre difunto. Tampoco son grandes empresarios ni altos cargos
políticos. Son personas normales y corrientes, muchas pertenecientes a la clase
proletaria que después de trabajar muy duro toda su vida, de luchar para
cambiar las cosas y que sus hijos y nietos tuvieran ese sueño llamado “un mundo
mejor”; han recogido el fruto de una jubilación casi decente y un sistema
sanitario social que les ha permitido, a algunos de ellos, superar la barrera
de los ochenta años.
Ahora estos queridísimos ancianos
ven atónitos cómo los fines de toda su vida se están yendo a la cuneta. Tenía
intención de decir: Al carajo; pero he decidido ser suave. Continúo: Cómo esa
seguridad social que les ha permitido alargar sus vidas con cierta dignidad y
que tantos esfuerzos les ha costado a toda su generación, cómo esa jubilación
que les ha otorgado una selenitud decente se están desmantelando para hacerlas
desaparecer. Y lo peor de todo; cómo,
con sus justitas pensiones, se tienen que hacer cargo de mantener a sus hijos o
a sus nietos, algunas veces a ambos, porque en la moderna España neoliberal no
se les da oportunidades.
Y en todo ello, ocultos tras
partidos políticos a su servicio que no atienden a las necesidades y derechos
civiles de sus ciudadanos, está la gran banca y las poderosas empresas de las
grandes oligarquías económicas de esta nación y del resto del mundo. De
entidades como hasta hace nada pertenecía el “ilustre” señor Botín. Mi
inteligencia no da mucho de sí, pero no es necesario ser demasiado listo para
intuir que el “honorable” fallecido estaría metido en el ajo del
desmantelamiento del estado del bien estar para que él y los suyos ganasen más
dinero y más poder.
Mire señor Botín, mire esté donde
quiera que esté ahora si es que en realidad existe un alma. A su persona de
todo este poder, de toda esta riqueza ya no le queda nada. Tanto trabajar y
pergeñar planes para destruir y empobrecer tantas otras vidas para terminar
muriendo como todos. Porque en el siglo XXI, igual que en la edad media, la
muerte iguala a todos y reclama las vidas de ricos y pobres.
Descanse en paz. Eso seguro es lo
que pensará la heredera de todo su imperio.