jueves, 2 de junio de 2016

COMERCIO DE COSTA.



LA CIUDAD DEL SOL, EL MAR Y EL ATRACO CONSENTIDO

Me entristece mucho tener que hablar mal de un lugar que lo considero mi segunda casa; una ciudad que es la tierra de mi madre donde tengo mucha y muy querida familia así como grandes amigos. Pero lo tengo que hacer, en parte porque pienso que sus habitantes se están acostumbrando a una situación que no ven y a la larga será malo para ellos. Por supuesto no se trata de etiquetar a todos sus moradores, sólo hacer hincapié en el sector del comercio y sobre todo de la hostelería, que lleva unos añitos campeando por sus fueros, haciendo lo que le viene en gana y siendo desconsiderado,  con los del lugar (En tanto en cuanto les perjudicarán en el futuro, si siguen con los mismos modos) y con la fuerza económica que los mantienen en pie: que somos los turistas. No voy a mencionar el nombre porque creo que el lector sabrá a dónde me refiero y si es de allí, todavía más.

Resido y nací en la metrópoli más importante de este país donde los precios de los productos y de los servicios no son precisamente baratos (Y nos acribillan a impuestos de todo tipo). Por eso se hace raro tener que plasmar criterios negativos sobre esta otra urbe distinta, con un gran peso turístico, pero es que los supera; no sólo eso, calidad, precio, trato están por los suelos. Hay ciertos comportamientos que el turista, tanto sea nacional como internacional, termina notando y por último le indigna y cabrea. Es esa sensación de que el forastero es tonto a más no poder y se le puede exigir pagar el precio que a estos señores comerciantes se les encaprichen, a cambio de una calidad que no corresponde y un servicio pésimo que está creando reticencias en clientes como, en mi caso, yo mismo.

El privilegio de ser una ciudad costera con muy buen clima, que atraiga a gentes de otras zonas geográficas para disfrutar, – Sobre todo en temporadas vacacionales-, descansar y divertirse, no les da derecho a estos señores dedicados a la restauración, ocio vacacional a comportarse como verdaderos bandoleros haciendo todo tipo de trucos, picardías y timos que el resto de sus conciudadanos están aceptándolo como algo de lo más cotidiano y natural, no poniendo remedio para frenarlo y cruzándose de brazos ante tanto descaro. Sobre todo cuando en el pasado no se comportaban de esa manera.

Los “urbanitas” de la ciudad a la que me refiero, si es que han viajado a otro lugares fuera de su  localidad, provincia o región, – Que es ilógico pensar que no lo hayan hecho- saben perfectamente que los precios a que sus comerciantes venden no corresponde a la media del resto de los lugares (salvo alguna que otra excepción) y que sin embargo están muy inflados; lo peor de todo, es que no va acompañado ni en trato, ni en cantidad, ni en calidad. Bueno…a años luz en los detalles; por ejemplo: Cobrar distintos precios o tener detalles con el cliente dependiendo de ser o no, conocido, amigote o familiar; es más, tener distinto acento al utilizado en la zona que delata al forastero de quien no lo es, es usado por estos piratas para “arrearte el sablazo padre”. Así que si no se posee un conocido o familiar que conozca al del establecimiento… ¡Lo llevas claro tío!... ¿En serio es algo que se pueda considerar justo? Porque no se trata de no tener una atención con aquellos clientes que son habituales – Algo que está en práctica en cualquier punto cardinal- es el descaro de no tratar a todos tus clientes de manera que salgan satisfechos y les apetezca volver, porque se piense que en una zona con tanto turista que viene y va, es más sencillo hacerse rico rápidamente ya que nunca van a faltar debido al reclamo turístico que se hace en tan importante enclave. Vamos; hablando en plata ¡Ser unos chorizos oportunistas!

Otra cosa ¿Qué se considera que es una tapa? No la tapa de tapar algo con ello, me refiero la de comida. Una tapa es una pequeña porción de alimento que se pone como aperitivo para acompañar una bebida – Normalmente cerveza o vino- cuya principal característica es que no lleva coste adicional al que ya de por sí tiene la bebida que se está tomando, siendo un detalle de buen trato para con el cliente que consume en ese establecimiento. Esto es así en cualquier lugar decente del país. No es algo que se cobre aparte; a eso se le llama raciones o platos combinados. No es no poner nada de acompañamiento cuando se está pagando esa bebida a precio de oro; a eso se le llama ser cutre (Ni una miserable aceituna o un panchito) Ni menos es poner una ración como si fuera una tapa, sin avisar de que se te piensa cobrar después de que te la tomes, cuando uno no pude echar marcha atrás, porque eso es ser un ladrón con todas las letras.

Dicho todo esto siento haber sido tan duro pero es que el cielo clamaba y más por el cariño – Que aunque pueda parecer que no- siento por este lugar. Solamente me queda decir a aquellos que la habitan que hagan algo, que se quejen y protesten para que el trato al forastero cambie, precisamente porque se vive de ellos, para que deje de ser tan diferente, excluyente y sangrante. Esto es una advertencia que hago desde el corazón, porque no me gustaría ver el día que artos de tanto exceso hacia a aquellos que se dejan sus dineros, estos decidieran no regresar y transmitieran una mala opinión, dando como resultado el matar a la gallina de los huevos de oro.

  El problema, en mí caso y creo que el de todos los que hemos intentado consumir algo por esos lares, es que no nos ha pasado una sola vez, ni dos, ni tres; es que se ha convertido en una puñetera costumbre el cualquier lugar que entras: En verano, en invierno; sobre todo desde que llegan y atracan ciertos barcos al puerto. De momento cuando vuelva para ver a mi familia, si quiero salir a tomar algo me iré a los pueblos que están en los montes. En la capital ni una bolsa de pipas.

Por favor…Haced algo para que esto cambie ¡En serio!

 Ds.

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